Gas Bienestar, otra mala solución a un problema real
En la conferencia mañanera del 7 de julio
el presidente López obrador anunció la creación de la empresa gas bienestar la
cual comenzó a operar el 31 de agosto de este año, esto como una solución al
oligopolio existente en el mercado de venta y distribución de gas LP en México.
Pero ante esta extraña situación que nos recuerda a los años 70 del siglo pasado
debemos preguntarnos, ¿es esta la manera correcta de corregir un problema real
de mercado? Y si ¿realmente era necesaria la creación de una empresa propiedad
del estado para garantizar que se ofrezcan precios justos?
¿Cuál
es el problema?
Como bien lo comentó el presidente, en
México existe un oligopolio en el mercado de venta y distribución de gas LP, lo
que significa que muy pocas empresas concentran la mayoría del mercado lo que
les permite ponerse de acuerdo entre sí para por ejemplo coludirse para fijar
precios, acaparar la infraestructura de almacenamiento y distribución o para
impedir que nuevos competidores ingresen a su mercado, a lo que se le conoce
como prácticas oligopólicas. Si bien en nuestro país existen más de 6,300
permisos en torno al gas LP solo 7 grupos concentran la mayoría de estos y
varios de estos grupos pertenecen a las mismas familias lo que concentra aún
más el mercado y explica porque este es un mercado sin competencia, por ejemplo,
en Baja California todas las empresas que distribuyen gas LP en el estado
pertenecen a una misma familia y en 2020 impidieron por la vía judicial que una
nueva empresa gasera abriera estaciones de servicio.
Pero lo ocurrido en Baja California
hace evidente la gran influencia política de estas empresas, ya que si bien a
consecuencia de la reforma energética del sexenio anterior, el mercado de gas
LP se liberó en 2017, pero esta entre comillas apertura del sector energético
comenzó con grupos gaseros muy fuertes y consolidados que ya controlaban más
del 80% del mercado y que acaparaban la operación de la mayoría de la
infraestructura de almacenamiento y distribución subarrendada a PEMEX que
les daba una injusta ventaja de inicio sobre cualquier competidor nuevo.
Esto debido a que las condiciones actuales
de este mercado son la herencia de un pasado de economía cerrada que se
implementó en nuestro país a mediados del siglo pasado, donde para hacer
cualquier tipo de negocio se requería de permisos y licencias de operación que
no eran otorgados a cualquiera y que en el sector energético estas condiciones
eran más cerradas aún, las cuales incluso permanecieron así décadas después de
que el resto de la economía se abriera en los años 80. Por lo que el hecho de
que los propietarios de las empresas gaseras tengan una gran influencia
política capaz de interferir en decisiones judiciales no debe sorprendernos en
lo más mínimo, al igual que tampoco debe ser una sorpresa su influencia sobre
los entes reguladores quienes han permitido que estas empresas sigan operando
bajo prácticas oligopólicas después de la apertura del mercado en 2017.
Por esta razón al igual que en muchos
otros mercados, el gas LP el tipo de gas más utilizado en los hogares mexicanos
no solamente se vende a los consumidores finales a precios más altos de lo
necesario, sino que el consumidor final no tiene forma de saber si se le venden
litros de a litro, ya que no tiene manera ya sea de quejarse ante alguna
autoridad que no favorezca a estas empresas o de acudir a alguna otra empresa
que ofrezca un mejor servicio ya que simplemente no existen opciones.
¿Era
necesario crear una empresa estatal?
Una vez que conocemos el contexto del
problema, podemos entender por qué el comportamiento del precio del gas LP haya
llamado la atención del presidente y de su gobierno, lo que no solo está
justificado, sino que era su obligación el hacer algo al respecto, y fue
precisamente lo que se hizo al implementar topes de precios al gas LP. Pero en
un intento por obtener resultados en el corto plazo las soluciones se llevaron
más al extremo y fue ahí donde surgió la idea de crear la empresa gas
bienestar, por lo que una vez más el diablo está en los detalles y como ya se
está haciendo costumbre en los gobiernos de la 4T en el cómo, pues el que unas
cuantas empresas implementen prácticas oligopólicas y controlen su mercado es
un problema de regulación y de corrupción por lo que no se requería de la
creación de una empresa estatal que les hiciera competencia.
Para ello en México existen dos entes
reguladores del sector energético que son la Comisión Reguladora de Energía y
la Comisión Nacional de Hidrocarburos, así como la Procuraduría Federal del
Consumidor que defiende a los consumidores ante las empresas y la Comisión
Federal de Competencia Económica que vigila que exista una verdadera
competencia económica en todos los sectores de la economía mexicana. Todas esas
instituciones son entes reguladores cuyo trabajo es precisamente el que
problemas como el del gas LP no ocurran, ya que cuentan con las facultades
necesarias para impedirlo por lo menos desde la apertura del sector energético
en 2017, pero como ya es evidente no han hecho bien su trabajo.
Por lo que es una obligación del gobierno
del presidente López Obrador el implementar las acciones necesarias para que
estos reguladores hagan su trabajo como es debido y de esta manera cumplan con
su función a la que están facultados, y si la excusa fuese el que las leyes que
reglamentan a las instituciones reguladores no los facultan lo suficiente para
castigar a las empresas que incumplan la ley, entonces MORENA y sus partidos
aliados cuentan con los legisladores suficientes para hacer los cambios
necesarios a las leyes, por lo que este gobierno cuenta con las herramientas
suficientes para resolver este problema, ya sea para reformar los reguladores
como para cambiar las leyes necesarias para castigar a las empresas que
incumplen la ley.
Pero el corregir las ineficiencias de las
instituciones reguladoras es solo la mitad del problema, ya que si bien estas
instituciones cuentan con muy pocos inspectores, sus presupuestos han sido
recortados y sus facultades son muy limitadas para imponer sanciones a quienes
incumplen la ley, aun así, la principal causa del por qué han permitido que las
empresas gaseras implementen prácticas oligopólicas es la corrupción, ya que en
la realidad las empresas gaseras operan en condiciones oligopólicas de forma
descarada a la vista de todos, simplemente porque quienes deberían regularlos
voltean la vista hacia otro lado, y para que esto ocurra de manera tan
generalizada solo existe una explicación.
Entonces
si la solución al problema estaba en las manos del gobierno y ya contaban con
todas las herramientas para corregirlo, ¿por qué crear una nueva empresa
estatal?
Desafortunadamente para la mayoría de
nosotros, la respuesta obedece más a razones políticas que a querer realmente
resolver el problema, por lo que desafortunadamente los consumidores mexicanos
seguiremos pagando precios caros por el gas natural, además que de nuestros
impuestos se pagarán los costos de crear esta nueva empresa, los cuales
pudieron haberse utilizado para muchas otras causas más importantes para el
país. Pues la razón de crear una empresa estatal para resolver un problema de
regulación es simplemente para reafirmar la narrativa de que el gobierno está
haciendo algo.
Esto debido a que el tomar las acciones
correctas significa aplicar medidas que no solamente no serán fácilmente
comprendidas sino que no serán visibles para la gran mayoría de la población,
por lo que pasaron completamente desapercibidas, mientras que al crearse una
nueva empresa estatal las fotografías de camiones repartidores y de las
instalaciones de la nueva empresa acaparan las portadas de la mayoría de los
periódicos del país, y de esta manera el ciudadano común obtiene la percepción
de que el gobierno está haciendo algo para que bajen los precios del gas.
Consecuencias
de crear empresas estatales innecesarias
El verdadero problema aquí no es que al
crear la empresa estatal gas del bienestar no se resuelve el verdadero problema
en el mercado de gas LP, sino que además se crea uno nuevo, ya que la creación
de empresas propiedad del gobierno no es nada nuevo y en México estas
representan uno de los grandes problemas de nuestra historia cuyas
consecuencias las vivimos hasta la actualidad.
Si indagamos un poco podremos encontrar
que en los años 50 del siglo pasado se crearon políticas económicas que
buscaban una economía cerrada con un mayor control del estado, bajo las cuales
se crearon empresas paraestatales como teléfonos de México, Ferrocarriles
Mexicanos, bancos, siderúrgicas, empresas de fertilizantes, ingenios
azucareros, líneas aéreas, comercializadoras de productos agrícolas y
pesqueros, entre muchas otras que en 1892 llegaron a sumar 1155 empresas
paraestatales. Como no es sorpresa el gran problema con las empresas propiedad
del gobierno son la corrupción, la ineficiencia y poca productividad debido a
que la designación de sus directores y de la mayoría de sus empleados obedece a
decisiones políticas y no empresariales, además que terminan siendo
secuestradas por sindicatos charros que provocan que con el tiempo estas
empresas cumplan más una función de colocación de personal que de subsanar
ineficiencias de mercado.
Debido a todo esto y a la crisis de deuda
que vivía México en la década de los 80, las administraciones de Miguel de la
Madrid y de Carlos Salinas llevaron a cabo un cuestionado programa de
privatización de empresas paraestatales, el cual se llevó a cabo con muy poca
transparencia y terminó vendiendo las empresas más valiosas del estado a
precios de descuento a empresarios afines del gobierno, lo que provocó que la
izquierda mexicana de forma más que justificada centrará su discurso de
oposición en la privatización de las empresas estatales, y uno de los
principales detractores a la privatización es el hoy presidente López Obrador.
Lo que provoca que después de más de 30
años de discursos en contra de la venta o disolución de empresas estatales,
será virtualmente imposible vender o disolver la empresa gas bienestar y demás
empresas estatales que se le ocurra crear al presidente López Obrador en lo que
queda de su gobierno, por lo que muy seguramente sin importar quien sea el
sucesor del presidente ni de qué partido provenga, el fantasma de las
privatizaciones de los 80´s y 90´s obligará que el gobierno mexicano siga
manteniendo estas empresas aunque no cumplan un objetivo justificable e incluso
si se vuelven una carga para las finanzas públicas, como sucede hoy con PEMEX o
Correos de México
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